23 de octubre de 2010

El sueño de un millón de niños


Aquel era un mundo, una historia que ya nadie recordaba. Que ya nadie se atrevía a recordar. Pero no por ello dejaba de ser menos cierta o de permanecer imborrable en las formas pretéritas de las pesadillas.

Era una historia, en la cual se dibujaba la idea de que cuando un niño sueña, sus pensamientos pasan a formar parte de una gran comunidad de ideas que existen conjuntamente. Infinidad de sueños infantiles que se superponen, se empujan, se agreden, se emocionan y se desvanecen juntos. Todos intensos y todos diferentes. Dice la leyenda, que el día que un millón de sueños infantiles sean exactamente iguales, ese día, el mundo dejará su actual concepción establecida y pasará a ser gobernado absolutamente por los designios de los niños. Se acabarán los gobiernos, la economía, las guerras, las complejidades, las democracias, las injusticias y cualquier vestigio de situación dominada por un adulto. Todo pasará por el fino tamiz de la incoherencia infantil y de los caprichos sin argumentación. Por ese velo de ilusión que recorre las pupilas de cualquier niño y por su manera de afrontar las realidades que escupe a diario la vida.

Por eso, cuando veas que tu hijo duerme plácidamente y se dibuja una leve sonrisa en sus labios, puedes estar seguro de que sus sueños intentan parecerse lo máximo posible al millón de sueños que le rodean. Esperando el día en que su forma de entender todo cuanto le rodea, será más importante que la tuya.

Pero tampoco hay que alarmarse o sufrir más de lo necesario. Todo este proceso conlleva en si una afortunada fecha de caducidad. En unos pocos años habremos podido domar su espíritu convenientemente y toda esa inocencia habrá desaparecido, teniendo otro recluta más en el gran ejército de los adultos. Y por supuesto, sus sueños e ilusiones se teñirán con el habitual gris que acompaña e identifica cualquier mentalidad que tenga más de ocho años. Es una suerte ¿verdad?

19 de octubre de 2010

¿Hablamos?


La verdad del significado de las palabras, es un simple ejercicio gestual. Es decir, si un vocablo tiene una entonación y colocación dentro de una frase determinados su representación tendrá la concepción que le queramos dar. Si cambiamos las premisas originales, su connotación puede llegar a ser tan diferente que podría llegar a significar lo contrario.

Las palabras, las frases, los gestos, las puntuaciones, los silencios, nos dan los motivos concretos para sentir y definir lo que estamos sintiendo. Es como si la posibilidad de definir nuestro interior fuera el hecho diferencial con la frialdad de la razón del intelecto desnudo. Como si por el hecho de sentir y ser capaz de describirlo seamos un poco más libres que lo que nos dicta nuestra comprensión.

¿Por qué entonces la ciencia está asesinando, a marchas forzadas, cualquier vestigio de magia y esencia humana que pueda otorgarnos la naturaleza de las palabras? ¿Por qué un lugar donde reinan las ideas científicas siempre destila el perfume de la insensibilidad? ¿Por qué cojones a Dios, en una jodida noche de borrachera, se le antojo otorgarnos inteligencia y alma unidas?

Las palabras surgen de la necesidad de expresión del corazón, no del conocimiento, porqué sin la posibilidad de acompasar las letras y los latidos, es evidente que dejaría de tener sentido hablar y escuchar.

23 de septiembre de 2010

Kennedy for mayor


Bien, aunque todavía no podamos hablar con la certeza de una confirmación fehaciente por parte del principal protagonista del escrito, es evidente que Kennedy está vivo. Si, y lo que más llama la atención es el acento del pirineo lleidatà que se le ha pegado. Desde el 63 viviendo en Esterri d’Aneu es normal que una cierta contaminación idiomática lugareña se adhiera al léxico, pero lo que ya no es tan normal es que su forma de renegar en català y su rapidez con un acento tan cerrado, apenas recuerden vagamente sus orígenes allá en Massachussets. Y quizás pueda parecer pintoresco y hasta gracioso o por lo menos esa debería ser la idea, pero os puedo asegurar, que después de 15 minutos hablando con él, los conceptos CIA, Oswald y conspiración se desdibujan entre las explicaciones de sus anécdotas con la última helada invernal o con el agobio que le causan los turistas indiscretos.
En fin, que todo el mundo creyendo que había sido asesinado de un balazo o que estaba escondido en un bunker en Virginia y aquí está el cabrón, recogiendo firmas para su campaña a las próximas elecciones municipales. Eso si, con el nombre de Joan Felip Canet
Y que quieren que les diga, si yo fuera vecino de la zona, le votaría sin ninguna duda. Ya me estoy imaginando las reuniones del pleno, discutiendo sobre cuanto se llego a tensar la cuerda con la crisis de los misiles…

10 de septiembre de 2010

Un mundo feliz


Creo que puedo, o mejor dicho debo, imaginarme perfectamente cómo debía sentirse Huxley cuando cogía papel y lápiz y se dedicaba a vomitar todo lo que saltaba entre sus neuronas. No porque imagine en la más profunda de mis fantasías que algún día, de aquí a unos 1630 años más o menos, pudiera equipararme en estilo o profundidad a un personaje tan incomparable. No, sería estúpidamente insultante a cualquier inteligencia. Digo que debo imaginarme como debía sentirse Huxley, porque estoy casi seguro de cuál era la rutina que utilizaba para emborronar paginas. Agenciarse una buena botella de malta de 12 años, hielo y la necesidad imperiosa de buscar el camino que te lleve al fondo de los sentimientos. Ese sitio en el que se pierde, o mejor aún, se olvida la sensación de tener que mentirse en todo momento. Y es justo ahí, en ese espacio-tiempo tan indefinido, donde ya no existen limitaciones estéticas y morales y surgen las ganas de decir lo que realmente se quiere decir. Y entonces poder escribir libremente sin que la sucia conciencia incordie al talento. Maestría inconstante o genialidad inducida, lo mismo da.
Dejarse llevar por lo que se sueña y no por lo que se piensa, odiar hasta la saciedad y por motivos banales e injustos, amar por encima de todas las cosas, querer y poder, cambiar la barrera de los conocimientos por un “puede usted pasar” emocional. En fin, perder todo el corazón en cada línea y mostrarle al mundo el alcance de la palabra sinceridad. Dudando a cada momento, como no, de cuan estúpido puede resultar dejar tu sensibilidad en un papel. De la inutilidad del acto en sí.
Todo un compendio de percepciones que en mi humilde opinión deben ser admiradas, deseadas y en la medida de lo posible, vividas
Por eso, creo que es mi obligación sentirme como Huxley o por lo menos intentarlo, porque con alteración de las percepciones o sin ellas, intentar parecernos a nosotros mismos más de lo que nos parecemos en realidad, debería ser una asignatura de obligada enseñanza en los colegios.

1 de septiembre de 2010

As time goes by


A veces sentarte en el balcón, mirando la sombría presencia de la noche, es la única manera de relajar los músculos de la conciencia. Relajarse respirando la opresiva presencia del verano mientras el corazón, perdido hace ya demasiado tiempo, late al ritmo de las gotas de sudor que resbalan por la espalda. Y dejar volar tenuemente la intuición y dedicarle cinco minutos a meditar porque cojones la vida te lleva hasta dónde estás; cinco minutos para deleitarse con esa jodida actividad tan denostada por el ser humano: pensar. Y pienso. Y me doy cuenta que la ridícula mentira que significa la vida pasada, sólo rivaliza con la ridícula mentira que se adivina en la vida futura. Que el presente, esos leves y aterciopelados instantes, son lo único que nos separa de la más absoluta de las locuras. Huellas, corazonadas y percepciones. Escaso equipaje para tolerar que la esperanza se instale absurdamente en el interior. Porque lo queramos o no, sea justo o injusto, hayan motivos nobles de por medio o sólo parezca ser todo una siniestra broma de Dios, Ingrid Bergman seguirá subiéndose al puto avión.

23 de noviembre de 2008

Siempre.


Enemigo de la guerra
y su reverso, la medalla
no propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el paso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón
y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo mas alto
pondrá a salvo su cabeza
Aunque se hunda en el asfalto
la belleza...

Míralos, como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los raíles
que conduzcan a la cumbre,
locos por que nos deslumbre
su parásita ambición.
Antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
mas que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza...

Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales,
tanto vendes, tanto vales,
¡viva la revolución!
Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza…

17 de noviembre de 2008

Jugar.


Aquel trago se hizo largo y pesado. Esperando ingerir uno a uno todos los grados del mundo, dejando que los ojos transformen el vidrio en carmesí. Y ese sudor que te recorre la espalda en busca de su eterno compañero de viaje, el cansancio; confiando que en esta jugada las figuras se dignen a visitar tus manos. El licor busca el hielo y el vaso y tu cuello, atropellando neuronas y sentido común. Sabiendo que a cada trago estás más lejos de la buena persona que en ocasiones te mira desde el espejo. Otra mala racha en otra mala noche, una más. Jugar a no perder y por ello perder sin querer jugar.

9 de noviembre de 2008

¿Importa?


Que el deseo no se me suicide en el intento. Que mis lunes no devoren a mis domingos. Que la próxima vez que vea Casablanca, Ingrid Bergman no coja el puto avión. Que las ausencias duelan cada vez menos. Que el futuro nos merezca la pena menos que el presente. Que aprenda de una vez por todas a pedir perdón con sinceridad. Que definitivamente me importe una mierda que nadie me entienda. Que la vida deje de ser un juguete roto en manos de la muerte. Que la sangre siga siendo espesa y roja y que siga dirigida por el corazón. Que el olor de su piel sea el condicionante de mi existencia. Que ya es hora de empezar a dar palos de vidente. Que el insomnio no se meriende mis sueños. Que no haya que pedir permiso para ser feliz. Que no pierda de vista nunca, nunca… quien soy.

5 de noviembre de 2008

Demócratas.


Es curioso que en un día como hoy, con la mirada puesta en la antológica entrada en escena del moreno de Honolulu, con la cita ineludible de la magna historia golpeando a la puerta, en lo único que puedo pensar es en la forma de abandonar el escenario del sorpresivo McCain. Los negros lloran de felicidad por la llegada de su nuevo Mesías, la izquierda europea ha encontrado por fin al amigo americano y una ola de bonanza se merienda los parkets de medio mundo. ¿Por qué me queda entonces ese resquemor cuando veo el reconocimiento de la derrota por parte de las hordas republicanas?
Esperaba un cierto rictus de desagrado, una pose de soberbia relamida y por supuesto, la exigencia de un exhaustivo recuento de votos y la consiguiente desconfianza en la actual ley electoral. Lo normal en los países civilizados. Desde luego para lo que nadie me había adiestrado, era para aceptar una lección en toda regla de maneras, de convicciones democráticas y de reconocimiento de la derrota que debería servir de ejemplo en todos los libros de texto.
Valgan estas líneas para admitir mi arbitrario error y empezar a tener un poquito más de convicción en la justicia de las contiendas electorales y en sus consecuencias. Y sobretodo, valgan para intentar redimirme medianamente, de unas críticas gratuitas, injustas e innecesarias que llevo madurando desde hace semanas en contra de un personaje que de momento sólo ha demostrado señorío.
Eso si, sigo firme en la creencia de que “Yes, we can”.

3 de noviembre de 2008

Frases en la pared.


Sólo pensaba en intentar no pensar en nada. Dejar que la puta ansiedad se diluyera con la poca conciencia que me seguía quedando. Los coches pasaban, las luces de las farolas encendidas a pleno día, el sabor de la polución recorriendo hasta la última célula de mi cuerpo; pero sobretodo aquella pared. Un continuo tabique encalado, albino hasta la ceguera, despreciando la suciedad circundante. Sazonado, manchado en su esencia con una sola frase, un graffiti de letras góticas que le daba alas a la paradoja. “Así vamos muy mal”.
Como diría el gran Sabina: “que desinrazón”.