5 de noviembre de 2008

Demócratas.


Es curioso que en un día como hoy, con la mirada puesta en la antológica entrada en escena del moreno de Honolulu, con la cita ineludible de la magna historia golpeando a la puerta, en lo único que puedo pensar es en la forma de abandonar el escenario del sorpresivo McCain. Los negros lloran de felicidad por la llegada de su nuevo Mesías, la izquierda europea ha encontrado por fin al amigo americano y una ola de bonanza se merienda los parkets de medio mundo. ¿Por qué me queda entonces ese resquemor cuando veo el reconocimiento de la derrota por parte de las hordas republicanas?
Esperaba un cierto rictus de desagrado, una pose de soberbia relamida y por supuesto, la exigencia de un exhaustivo recuento de votos y la consiguiente desconfianza en la actual ley electoral. Lo normal en los países civilizados. Desde luego para lo que nadie me había adiestrado, era para aceptar una lección en toda regla de maneras, de convicciones democráticas y de reconocimiento de la derrota que debería servir de ejemplo en todos los libros de texto.
Valgan estas líneas para admitir mi arbitrario error y empezar a tener un poquito más de convicción en la justicia de las contiendas electorales y en sus consecuencias. Y sobretodo, valgan para intentar redimirme medianamente, de unas críticas gratuitas, injustas e innecesarias que llevo madurando desde hace semanas en contra de un personaje que de momento sólo ha demostrado señorío.
Eso si, sigo firme en la creencia de que “Yes, we can”.

1 comentario:

Armando dijo...

"Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron" (Juan 20:27-29).

Jejeje, va por el buen camino, lento, pero seguro