24 de octubre de 2008

Como alardear de incultura económica.


Es curioso observar como se desarrolla el pensamiento colectivo cuando se condiciona de manera extrema. Sólo hace falta una buena dosis de respaldo mediático, una pincelada de teatralidad, mala fe a raudales y una gran confianza en la memez del respetable, para poner patas arriba la consistencia de una plácida existencia social. La prueba más palpable la tenemos con el estallido folklórico del primer acto del melodrama sobre la crisis. Todo el mundo, dejándose llevar por el alarmismo periodístico y político, encauza las maltrechas economías familiares hacia el ahorro más descarnado posible, con la consiguiente consecuencia de un mayor estancamiento del tejido económico diario. La gente no compra, la gente no gasta y se genera una psicosis para evitar el derroche innecesario, que pone en jaque la viabilidad ordinaria del sistema capitalista. El pequeño comercio se resiente, la gran superficie estrecha los márgenes y el entramado bancario cambia la habitual extracción de sangre a sus usuarios por una desconfianza en las concesiones crediticias. Consecuencia: los bancos no mueven sus activos con la misma alegría y el pagano habitual deja de hacer frente a una hipoteca que más que apretar, aplasta. Las inmobiliarias se desmoronan, los pisos se desploman y los ahorros en forma de bienes inmuebles pasan a ser poco más que irrisorios ante la imposibilidad de una venta digna. Y todo como consecuencia de un ligero revés a la economía a nivel mundial, aprovechado rápidamente por la necesidad de algunos de vender diarios y el oportunismo político del descerebrado de turno.
Solución: dejarnos de este papanatismo agorero, salir a la calle sin miedo y reactivar el flujo del dinero para volver a despertar la confianza de todo el tejido mercantil sin excepciones.
Otra solución: Destrucción del sistema capitalista e intervencionismo salvaje del estado. Abolición del sistema monetario y vuelta al idílico sistema de trueque que tan buenos resultados dio en la edad media. ;-)

19 de octubre de 2008

Madurez, divino tesoro


Y el viejo idiota le gritaba al cielo que todos estaban locos.
Ciego, dormido, sorprendiéndose de su cansancio a cada paso. Sabiendo que las calles son lugares demasiado tristes para que renazca la ilusión. Sólo quedaba prepararse para vaciarse de las ambiciones del viaje, para aceptar que nuestro destino es irrelevante, para reconocer nuestra tendencia a desaparecer.
Y el viejo idiota notaba el desprecio y la mofa a cada palabra que salía de sus labios. Y los miraba, los miraba a todos con una mueca de superioridad, pensando que este sucio mundo nunca reconocería ni una sola de sus cualidades. Y por supuesto no le importaba, porque tras largos años de dolorosa doma, el desapego hacia cualquier vestigio de humanidad, era absolutamente palpable.
Aquel viejo idiota, acompañado de su eterna apuesta por la derrota, no podía evitar que se le cristalizaran los ojos cada vez que el ocaso se teñía de púrpura. Porque aunque despreciaba con toda la intensidad de su alma la obra de Dios y sus consecuencias, tenía que reconocer que el muy cabrón seguía sabiendo crear como nadie las jodidas puestas de sol.

16 de octubre de 2008

Con firmeza hacia la indiferencia


Es difícil entrever la verdadera motivación, sobretodo cuando los verbos se agolpan para ofender sin razón y el camino a recorrer se desfigura a cada paso que damos. Pero no por ello hay que abandonar el camino, ni siquiera cuando la espera de tu llegada, tras interminables trechos, se antoje sólo como una simple quimera.
Retengo, eso si, tu recuerdo, sabiendo que la sincronía de la desgracia se ha alineado para alimentar la posibilidad de lo incoherente. Sensaciones de hastío que se agolpan en una retina ya demasiado derrotada. Y volveré a demostrarme a mi mismo, que sigo sin diferenciar la parte enrevesada de la vida, de la que te explota en la cara con toda su sencillez. Y también me demostrare que sigue siendo ridículo, no tener el buen tino para saber discernir la diferencia entre el cariño y los principios.
Al final, como siempre, la indiferencia y el olvido acudirán inevitablemente al rescate de un naufragio que ya ha dejado de tener sentido. Y tu, ya no estarás allí.

9 de octubre de 2008

Calvin + Hobbes




"A veces pienso que la prueba más fehaciente de que existe vida inteligente en el universo es que nadie ha intentado contactar con nosotros". "En lo que a mi respecta, si algo es tan complicado como para que no lo puedas explicar en 10 segundos, entonces, probablemente no valga la pena saberlo". "Voy a la escuela pero nunca aprendo lo que quiero saber". Calvin dixit.
Hay ocasiones en las cuales seguir siendo un niño y aplicar los miles de toneladas de aplastante coherencia que ello conlleva, sean la única manera de mantener una cierta dosis de esperanza. Soñar con esa sangrante y destructiva ingenuidad que nos deje ver los problemas del mundo bajo un prisma, como mínimo, de infinitos colores. Intentar que nuestra pequeña percepción sea testigo de que la vida sólo está para disfrutar de la diversión, sin importarnos las responsabilidades, las envidias o la planificación del futuro. En definitiva, que toda la filosofía que estemos dispuestos a tolerar, sea la que va directamente desde nuestras retinas hasta nuestro corazón.
Ojala todos pudiéramos mantener vivo un Calvin en nuestro interior el tiempo suficiente como para darle una oportunidad a nuestra felicidad; eso si, un Hobbes imaginario merodeando a nuestro alrededor ayuda muchísimo a mantener a ese mocoso con vida.

7 de octubre de 2008

Decálogo de porque no existe la racionalidad.


Porque entre tanta verborrea ensordecedora siempre encuentras a alguien que le apasione la estética del silencio.

Porque el amor y la paciencia se suelen compaginar para intentar conquistar el mundo.

Porque la lascivia en las miradas sigue siendo el único nexo que nos queda con el animal que llevamos dentro.

Porque cuando te sientas de noche y en invierno a orillas del mar sólo se escucha el gruñido de las olas.

Porque para beberse el mundo siempre haya que ser sorprendente hasta la ridiculez.

Porque para jugar una partida de ajedrez contra Dios sólo necesitas una duda muy grande.

Porque para perder la dignidad hace falta algo más que agachar la frente.

Porque a la humanidad le importa una mierda la verdad.

Porque en una realidad de tiburones sólo te queda soñar con sirenas.

Porque para olvidar la amargura cotidiana siempre podemos caminar unos pasos por el sendero de la locura.