17 de noviembre de 2008

Jugar.


Aquel trago se hizo largo y pesado. Esperando ingerir uno a uno todos los grados del mundo, dejando que los ojos transformen el vidrio en carmesí. Y ese sudor que te recorre la espalda en busca de su eterno compañero de viaje, el cansancio; confiando que en esta jugada las figuras se dignen a visitar tus manos. El licor busca el hielo y el vaso y tu cuello, atropellando neuronas y sentido común. Sabiendo que a cada trago estás más lejos de la buena persona que en ocasiones te mira desde el espejo. Otra mala racha en otra mala noche, una más. Jugar a no perder y por ello perder sin querer jugar.

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