19 de octubre de 2010

¿Hablamos?


La verdad del significado de las palabras, es un simple ejercicio gestual. Es decir, si un vocablo tiene una entonación y colocación dentro de una frase determinados su representación tendrá la concepción que le queramos dar. Si cambiamos las premisas originales, su connotación puede llegar a ser tan diferente que podría llegar a significar lo contrario.

Las palabras, las frases, los gestos, las puntuaciones, los silencios, nos dan los motivos concretos para sentir y definir lo que estamos sintiendo. Es como si la posibilidad de definir nuestro interior fuera el hecho diferencial con la frialdad de la razón del intelecto desnudo. Como si por el hecho de sentir y ser capaz de describirlo seamos un poco más libres que lo que nos dicta nuestra comprensión.

¿Por qué entonces la ciencia está asesinando, a marchas forzadas, cualquier vestigio de magia y esencia humana que pueda otorgarnos la naturaleza de las palabras? ¿Por qué un lugar donde reinan las ideas científicas siempre destila el perfume de la insensibilidad? ¿Por qué cojones a Dios, en una jodida noche de borrachera, se le antojo otorgarnos inteligencia y alma unidas?

Las palabras surgen de la necesidad de expresión del corazón, no del conocimiento, porqué sin la posibilidad de acompasar las letras y los latidos, es evidente que dejaría de tener sentido hablar y escuchar.

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