10 de septiembre de 2010

Un mundo feliz


Creo que puedo, o mejor dicho debo, imaginarme perfectamente cómo debía sentirse Huxley cuando cogía papel y lápiz y se dedicaba a vomitar todo lo que saltaba entre sus neuronas. No porque imagine en la más profunda de mis fantasías que algún día, de aquí a unos 1630 años más o menos, pudiera equipararme en estilo o profundidad a un personaje tan incomparable. No, sería estúpidamente insultante a cualquier inteligencia. Digo que debo imaginarme como debía sentirse Huxley, porque estoy casi seguro de cuál era la rutina que utilizaba para emborronar paginas. Agenciarse una buena botella de malta de 12 años, hielo y la necesidad imperiosa de buscar el camino que te lleve al fondo de los sentimientos. Ese sitio en el que se pierde, o mejor aún, se olvida la sensación de tener que mentirse en todo momento. Y es justo ahí, en ese espacio-tiempo tan indefinido, donde ya no existen limitaciones estéticas y morales y surgen las ganas de decir lo que realmente se quiere decir. Y entonces poder escribir libremente sin que la sucia conciencia incordie al talento. Maestría inconstante o genialidad inducida, lo mismo da.
Dejarse llevar por lo que se sueña y no por lo que se piensa, odiar hasta la saciedad y por motivos banales e injustos, amar por encima de todas las cosas, querer y poder, cambiar la barrera de los conocimientos por un “puede usted pasar” emocional. En fin, perder todo el corazón en cada línea y mostrarle al mundo el alcance de la palabra sinceridad. Dudando a cada momento, como no, de cuan estúpido puede resultar dejar tu sensibilidad en un papel. De la inutilidad del acto en sí.
Todo un compendio de percepciones que en mi humilde opinión deben ser admiradas, deseadas y en la medida de lo posible, vividas
Por eso, creo que es mi obligación sentirme como Huxley o por lo menos intentarlo, porque con alteración de las percepciones o sin ellas, intentar parecernos a nosotros mismos más de lo que nos parecemos en realidad, debería ser una asignatura de obligada enseñanza en los colegios.

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