

Despertarse por la mañana y presenciar la puesta de largo de una espectacular campaña de la firma Nolita, rubricada por el polémico publicista Oliviero Toscani, es un duro ejercicio estomacal. Y digo espectacular porque hoy en día, la anorexia se ha convertido en un puro entretenimiento. Cierto es que se podría incluir en las listas de las enfermedades con una mayúscula dificultad en su combate y que causa una alarma social más que evidente; incluso podríamos asegurar que estamos ante una plaga de dimensiones bíblicas, donde la gente se muere de hambre, en ese primer mundo, donde vivimos rodeados de una abundancia que suele destrozar nuestros sentidos.
Sin embargo, la utilización de un problema tan delicado de una manera tan gráfica, buscando la morbosa repugnancia, ¿es una maniobra de concienciación ciudadana o es un ardid puramente comercial?,¿son virtuosas las intenciones del publicista, intentando mostrar la desesperante crudeza de la cuestión o busca simplemente la notoriedad más parasitaria?
Prefiero alinearme en la posición de creerme la inusual bondad humana y pensar que alguien se pueda concienciar de esta lacra, observando la dureza de las imágenes de la campaña. Por ello no puedo menos que sumarme a su exhibición.