Genuflexión

Las imágenes de relativa tranquilidad que vimos en las filas peperas tras los desastrosos resultados que cosecharon en las municipales en Catalunya, era evidente que era pura fachada. El varapalo escoció y mucho. Ahora podemos observar el nerviosismo reinante y los golpes de timón reiterados que sólo sirven para confundir todavía más al electorado. En principio la rectificación en los planteamientos no debería significar una negatividad evidente, siempre y cuando hubieran certificado que la política de acoso y derribo a cualquier iniciativa de la sociedad catalana, con el simple objetivo de arrancar buenos resultados en el resto de comunidades, era un error que tarde o temprano iba a pasar factura. Ha sido tan excesiva la reacción de rechazo del electorado catalán, que la diferencia con el PSOE en tierras catalanas ha pasado de los cinco diputados que les separaban en las elecciones del 2000 a los dieciséis de las ultimas. Cuando los guarismos en España eran holgados, entregar una comunidad como moneda de cambio podía parecer una táctica efectiva. Ahora han tensado la cuerda demasiado y la marginalidad que han cultivado con esmero ha conseguido acentuarse tanto que han pasado de la mayoría absoluta a perder las elecciones, simplemente atendiendo a los resultados de una parte del territorio. Aún así, evidenciando ellos mismos que necesitaban un cambio de estrategia, apuestan incomprensiblemente con una vehemencia escandalosa por recalcar la contundencia, otorgando la representatividad del partido en personajes indiscutiblemente más siniestros. Sirera, García-Albiol y el sempiterno palanganero Fernández Diaz, intentarán escorar el barco un poquito más a la derecha.

Desde la izquierda catalana y española ya se frotan las manos.