17 de abril de 2008

La belleza


¿Existen realmente los valores eternos e inalterables? ¿Razones por las cuales el ser humano pueda ser calificado moralmente? ¿Hay algún tipo de verdad suprema que pueda aseverar sin lugar al mínimo titubeo lo que está bien y está mal? Obviamente las respuestas son negativas. La decencia, la integridad, la honestidad, la generosidad, la bondad, la misericordia, la ternura, la sensibilidad, la compasión o la pasión pueden ser fundamentos más o menos presentes en nuestras vidas, pero al carecer de una perfección necesaria en lo referente a la ética que rige nuestros designios, es muy difícil que sean la nota predominante en cualquier plano de la existencia.

Sin embargo hay un ejemplo indudable de interés determinante e incontestable: la belleza. Si, si, la belleza; la esencia misma de la maravillosa estética. Es prácticamente imposible encontrar una motivación más decisiva a la hora de relacionarnos con nuestros semejantes. Las personas bellas, de antemano, merecen nuestra atención y en ocasiones nuestra admiración, independientemente de que luego esa primera impresión se reafirme con la existencia de una personalidad acorde. Es una cuestión de aceptar el dictado de nuestros instintos, que se dejan llevar por los aspectos más visuales de la realidad. Un rostro bello, con su luminosidad y su composición agraciada avanzada, será siempre una invitación evidente al deseo. También la belleza armónica que nos rodea es decisiva y nos sitúa a su vez en un contexto clasificatorio, donde todo lo perceptible oopticamente, es exaltado o desdeñado dependiendo del grado de belleza alcanzado; un amanecer, el estilismo en la ropa o el equilibrio armónico de un edificio, pueden sernos gratificantes sensorialmente simplemente por su composición ornamental.

Y que decir de las demostraciones artísticas; a nadie se le ocurriría afirmar que ciertas obras musicales, pictóricas o cinematográficas no puedan catalogarse como evidentes representaciones de pura y simple belleza.

Por lo tanto, dejemos de trivializar nuestro universo próximo, difundiendo falsedades tan mezquinas como que las principales motivaciones humanas para mover el mundo sean el dinero, el sexo o el amor. Lo que realmente nos proporciona un nuevo día lleno de originalidad, evidentemente es la belleza.

2 comentarios:

Armando dijo...

El problema de la belleza, como de tantas manifestaciones de poder es que en muchas ocasiones no se contenta con someter por sí misma, se recrea y coquetea con la posibilidad de humillar.

En todo caso bellos sus últimos posts.
;)

Baba O'Riley dijo...

Brillante la observación Armando. Siempre han ido ligados la humillación a la pasión, el poder y la belleza. Seguramente merecería un post explicarlo.