13 de julio de 2007

Nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía


No sé si estarán de acuerdo conmigo pero tras la detenida contemplación de la vida política española, a medida que van cayendo los años, se evidencia cada vez de forma más palpable la transformación de los discursos de ambos bandos del hemiciclo en un compendio de difuminación alarmante. Derechas e izquierdas se desdibujan una vez llegados a la poltrona, dejando que la esencia de sus principios y actuaciones sean solo un fuego de artificio de cara a sus incondicionales, haciendo gala de un maquillaje moral que apenas resistiría un estudio de intenciones un poquito exhaustivo. Eso sí, el vocerío y el continuo rasgar de vestiduras son imprescindibles para poder dormir por las noches.

El eterno debate izquierda-derecha en la versión más demacrada que existe, la ibérica, tiene cada vez menos sentido pues políticas concretas de ambos bandos se solapan y muchas veces se complementan.¿Madurez administrativa? Lo dudo, parece más bien observando la talla de nuestros dirigentes una cierta desidia contaminante. Observamos impertérritos como las principales diferencias fundamentales se concentran en aspectos secundarios de las doctrinas oficiales en cada partido, que poco o nada tienen que ver con las ideologías sociales definitorias. Ser de derechas se ha convertido hoy en día en ser un beligerante antinacionalista (excepto con la interpretación de la propia nación), con un rechazo frontal a cualquier tipo de conversación que verse sobre la hipotética secesión de cualquier parte del indivisible territorio de la gran madre patria. Y ser español de izquierdas significa instalarse cómodamente en la cortesía y elegancia del dialogo con los nacionalismos periféricos, pero dejar entrever tenuemente que los resultados serán los mismos que con la facción carca.

Sinceramente, así no hay manera. Se nos presentan dificultades descomunales cuando intentamos ubicar cualquier tendencia. El comunismo nos aseguran que ha muerto. La socialdemocracia comparte saliva con los ultraliberales y los fachas de toda la vida insisten en merendarse los intestinos de Gallardón.

Antes cualquiera que pensara diferente a ti era un enemigo ideario y hoy podemos advertir sin ningún rubor, como “representantes recalcitrantes del fascio” como Pujalte se van alegremente a tomar unas cañas con “comunistas maoistas” como Llamazares. Un poco de decoro señores, que luego el electorado se desencanta y acaba votando aberraciones como la de “Ciudadanos” que no tienen ninguna coherencia efectiva.

A mi me suena todo ello a principio del fin del mundo ¿No creen?

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