9 de abril de 2007

Losing my Religion


Cuando se es ateo y se observa, con detenimiento, el comportamiento y las costumbres de los creyentes, tienes la sensación de vivir dos realidades paralelas que conviven, en teoría, sin agredirse demasiado. Ello conlleva que no se le preste demasiada atención, debido a lo habitual de las imágenes y pautas que nos invaden estos días, a ciertos procederes que se repiten constantemente. Está semana santa, con sus despliegues coloristas y fervorosos en la demostración de la fe (pasados por agua casi todos por cierto, vete tu a saber por el designio de que dios), me ha servido para constatar la hipocresía e irrealidad de las gentes de gran parte del territorio peninsular.

Dejando de lado el aspecto bullicioso y festivo de las celebraciones, donde la actividad vecinal se congrega en el ensalzamiento de una motivación común, propósito loable y sin objeciones destacables, podemos observar una serie de conductas que rayan la más errática de las demencias. Actuaciones que vemos a diario en las exhibiciones de devoción que nos salpican de horror desde el mundo árabe y que trasladadas con igual grado de desacierto a nuestra cotidianeidad, simplemente nos parecen la reafirmación necesaria de unas raíces a proteger. El memo de turno desde Rabat o desde Kabul, nos parece un inconsciente sin capacidad cerebral, por sus grandilocuentes demostraciones de fidelidad por los designios que le ordena su creador, sin embargo las flagelaciones y las exhibiciones de automutilación en aras de la exposición de un amor extraterrenal (y por supuesto, verdadero), se nos antojan como inocentes ejemplos de reafirmación. Es decir, las actitudes abominables e intolerantes del Islam, no lo son por su despropósito en sí, sino por la equivocación de la divinidad elegida.

Como decía el inigualable Sabina, “gracias a Dios, no soy creyente”.


2 comentarios:

Baba O'Riley dijo...

Estimado Armando, hoy no le discutiré que tiene toda la razón del mundo. La oxidación mental debido a la inactividad de la pluma es evidente; sólo pretendía un tenue ataque sin claridad de objetivos, buscando el bulto, simplemente para calentar motores. He dudado hasta el ultimo momento entre el fervor religioso o las inútiles campañas de la DGT.
PS: Le reconozco que el símil taurino, pese a mi reconocido desastre final, es uno de los comentarios que más ilusión me han hecho últimamente.

Bernardo dijo...

¡Anime su pluma sin miedo, amigo Baba!
A mi parecer no ha dicho exageración alguna. En todas las culturas la sumisión del hombre a los dioses siempre se ha escenificado con sangre, bien propia -las menos- bien de terceros, animales o personas.
Y sí, es innegable el tufillo sado-maso de la virgen de los 7 puñales o las escenas del Cristo crucificado. Por no hablar de San Sabastián.
Claro que como todas estas actitudes se amparan bajo el sacrosanto manto de la Tradición, criticarlas se convierte en sacrilegio.
Pues vale.