¿Reconocen a alguien?

No se pueden entender peor las cosas. Vanagloriarse extensamente de las capas y capas de ceguera e indiferencia que se pasean ante los ojos. Ser y estar en las condiciones más deplorables de la existencia de la moralidad humana. Pensar mucho y mal, pensar y dejar escapar con cada pensamiento el razonamiento de la crueldad más singular. Creer que todo lo opuesto, por ser diferente, es perverso y execrable. Tener la capacidad de acumular tal cantidad de rabia y rencor, que sólo compartiéndolo con el resto de la humanidad se le puede dar salida. Ampliar los campos de la sucia locura hasta los pensamientos más triviales, retorcerlos y ofrecerlos como píldoras de consumo diario. Temer que el otro pueda tener razón y ningunearlo hasta el exterminio, sólo por si acaso. Morirse en cada caso en el cual una palabra pueda más que una acción. Sentir la soledad de la desolación, ancha y profunda, sutil y oscura, experimentando con ello una dicha inconmensurable. Perderse en la calidez de la mentira, apropiándose de sus halagos y dormirse en la amplitud de sus brazos, sobrecogido y despreciablemente feliz.

Odiar, odiar y odiar. Y cuando el pecho esté apunto de estallar por la vileza de los sentimientos que alberga, seguir odiando.