23 de febrero de 2007

Too much sexy


Hoy toca disertación chusca y salpicada con ligeros toques machistas.

Que Playboy se dedique a confeccionar listas sobre belleza femenina, es una garantía de que los resultados como mínimo estarán absolutamente contrastados por profesionales de abnegada valía. No se trata de encontrar la quintaesencia invisible del atractivo mujeril, buscando la matización exacta de la sutileza, al estilo de los concursos tipo Miss Universo; se trata de localizar los puntos más sugestivos de la anatomía de una fémina. Y no me negaran que en temas de percepción de realidades neumáticas, está más capacitado un jurado con la presencia de Hugh Hefner, que no uno presidido por el inefable Anson.

Pues bien, la campeona de la exuberancia corporal no es otra que Scarlett Johansson, espectacular hasta le extenuación, a la cual entre otras explicaciones que alegaron los miembros del tribunal para otorgarle tan distinguido galardón, destacaban apuntes tales como “es una actriz libre de silicona” o “su misterioso carisma a la vez palpable e indefinible”. Algo de eso ya se adivinaba cuando de niña simplemente se dedicaba a susurrarle a los caballos.

Para finalizar, al hilo del cariz chabacano que veo va tomando este escrito, comentar que cuando la lascivia se dedica a hacer de las suyas, nos encontramos casos absolutamente impagables. Durante una entrevista pasada a la susodicha actriz, el impertinente periodista le espetó reiteradamente, sin perder la sonrisa, que era y siempre había sido la más turbadora de Hollywood. Y se quedó tan ancho.

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