6 de marzo de 2008

El pájaro espino


Las intrigas eclesiásticas siempre me han parecido la base perfecta para novelar la realidad y salsear un poco el tedio de nuestro aburrido devenir diario. Entiendanme, me importan más bien poco los asuntos parroquiales y las idas y venidas de cuatro sinvergüenzas con sotana; sin embargo, el derroche imaginativo de ciertas situaciones en las bacanales que montan cuando se reúnen, suele ser un divertimento difícil de ignorar. Esas cotas de secretismo, de estrategia y de decadencia moral que suelen desembocar en unos movimientos de influencias, que dejan a los siervos de Dios en una postura de indecencia que realmente apasiona.

La reciente reyerta entre Blazquez y Rouco, nos ha dejado un rosario (y nunca mejor dicho) de intrigas palaciegas y movimientos tácticos dignos de una opereta italiana. Eso si, dejando bien aparcados los principios de buena voluntad y amor al prójimo, que para eso son obispos. Siempre será muchísimo más rentable a los ojos del altísimo dialogar con ZP de cuotas o jalear cada aberración que escupa el gallego del puro, que intentar que la concordia y el amor puedan llegar a reinar algún día en el mundo.

3 comentarios:

Rouconomola dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Tanhäuser dijo...

Los italianos, cuando ven una matrícula SCV (Statto Città del Vaticano) exclaman "Si Cristo Vedesse!"
Un abrazo, amigo

Bernardo dijo...

¿Y qué sería de la iglesia sin intrigas palaciegas?
A una institución que mantiene todavía su estructura medieval -acaban de nombrar nuevo inquisidor para España en pleno siglo XXI- no puede pedírsele otra cosa