Las intrigas eclesiásticas siempre me han parecido la base perfecta para novelar la realidad y salsear un poco el tedio de nuestro aburrido devenir diario. Entiendanme, me importan más bien poco los asuntos parroquiales y las idas y venidas de cuatro sinvergüenzas con sotana; sin embargo, el derroche imaginativo de ciertas situaciones en las bacanales que montan cuando se reúnen, suele ser un divertimento difícil de ignorar. Esas cotas de secretismo, de estrategia y de decadencia moral que suelen desembocar en unos movimientos de influencias, que dejan a los siervos de Dios en una postura de indecencia que realmente apasiona.
La reciente reyerta entre Blazquez y Rouco, nos ha dejado un rosario (y nunca mejor dicho) de intrigas palaciegas y movimientos tácticos dignos de una opereta italiana. Eso si, dejando bien aparcados los principios de buena voluntad y amor al prójimo, que para eso son obispos. Siempre será muchísimo más rentable a los ojos del altísimo dialogar con ZP de cuotas o jalear cada aberración que escupa el gallego del puro, que intentar que la concordia y el amor puedan llegar a reinar algún día en el mundo.
3 comentarios:
Los italianos, cuando ven una matrícula SCV (Statto Città del Vaticano) exclaman "Si Cristo Vedesse!"
Un abrazo, amigo
¿Y qué sería de la iglesia sin intrigas palaciegas?
A una institución que mantiene todavía su estructura medieval -acaban de nombrar nuevo inquisidor para España en pleno siglo XXI- no puede pedírsele otra cosa
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