26 de octubre de 2007

Cortandole las alas a la intolerancia


Una agresión racista debería ser en el peor de los casos una perfecta ocasión para reflexionar socialmente sobre nuestro futuro como especie; en el mejor, la posibilidad real de mejorar el mundo. Cierto es que el revuelo alcanzado mediáticamente por el caso de la chica ecuatoriana agredida en el tren, es un ejemplo de como no se deberían enfocar las cosas, con ese sensacionalismo que invade todos los aspectos de nuestro devenir diario. Aunque queda claro que el regusto amargo denota un trasfondo mucho más serio. Se ha creado tanta polémica efectista e impostada, haciendo hincapié en los aspectos más artificiosos de la noticia, que nos hemos olvidado de la verdadera esencia del suceso; una pobre chica que se ha visto humanamente despreciada a niveles de aberración moral. Sin embargo, aquí hablamos de una nación ultrajada y del politiqueo desmedido a nivel diplomático, sazonado por lapidaciones imaginarias al conjunto de la intolerable sociedad catalana. Nada debería quedar más lejos de esa realidad.

Deberíamos plantearlo como el escarmiento judicial a un impresentable que apenas se representa a si mismo, con toda la dureza que la ley nos permita, pero sin iniciar grandes revueltas contra una sociedad, que en esencia no nos consideramos racistas en ninguna de sus acepciones. E iniciar, si conviene, un debate de fondo y forma que intente poner freno de una manera seria y responsable a que surjan casos como este.

Si seguimos intentando solucionar los problemas bajo la luz exhibicionista de los medios de comunicación, dejando de lado la fragilidad de la naturaleza humana, nos empacharemos ampliamente de asqueroso entretenimiento, pero dejaremos la justicia y el amparo efectivo al necesitado en un plano tan ridículo como insostenible. Aunque seguramente sea eso lo que merezcamos.

1 comentario:

reikiaduo dijo...

¿Mejorar el mundo?, yo no tengo claro que eso del mundo quiera que "lo mejoren" para nada

Sin embargo hay otro ámbito de trabajo, es el ámbito del desbordamiento, cuando yo me siento bien pues entonces yo estoy bien, y me vuelvo bondadoso en modo automático, y no fastidio (ni le pego patadas en la cara) conscientemente a nadie

Y eso, sin pretenderlo siquiera se contagia. Y entonces...